Fuera mercenarios de Colombia.

sábado, 23 de octubre de 2010

/// JUSTICIA POR COLOMBIA.



Enlaces para descargar el libro "Nos matan y no es noticia" en PDF

Autor / Medio:  
   Fuente / Enlace.
Título:    
   Fecha de publicación:  
Materia: Colombia, Derechos Humanos
Colección / Serie:
Otros datos: Zona geográfica / Fecha de los hechos. 
                      Personas, organizaciones mencionadas


Relato inicial sobre las masacres cometidas en el río Atrato, Colombia, 1997.


http://testigoysobreviviente.blogspot.com/


Activando este enlace usted puede descargar: 


- El libro completo "Nos matan y no es noticia", 


- La lista parcial de quienes cometieron la matanza de civiles en el río atrato, Colombia, 1997.
   36 páginas. Se relacionan además algunos empresarios, mercenarios, multinacionales y mandos militares, funcionarios públicos y traficantes de armas. 


- La lista parcial de victimas, Vigía del Fuerte, Murindó y poblados vecinos durante 1997.    


http://www.pachakuti.org/textos/campanas/paracos/sin-noticia-nos-matan.html

http://es.calameo.com/read/0003042007199c35ac44e




Entrevista en la web rebelión:  "Colombia, la vena más abierta de América Latina"



2007 / Colombia. Ríos de sangre.



Autor: Catalina Montoya Piedrahíta,
Medio: Prensa escrita y digital / Diario El Colombiano, Medellín, Colombia
Fuente: Entrevistas directas y archivo fotográfico de El Colombiano. 
            Índice de fuentes consultadas:
- Monseñor Germán Guzmán Campos y Orlando Fals Borda coautores del libro La Violencia en Colombia.
- María Teresa Uribe, profesora del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia.
- María Victoria Uribe, antropóloga del Instituto Pensar y autora del libro Antropología de la Inhumanidad, consultado para el desarrollo de este texto.
- Jorge Mario Henao, médico forense, director del Instituto de Medicina Legal en Chocó, entre 1994 y 2000.


Enlace

Título: Ríos de sangre   
Fecha de publicación: 2007, Series El Colombiano.
Materia: Colombia, Derechos Humanos
Colección: Series El colombiano: 
Zona geográfica: Colombia
Fecha de los hechos: Desde 1996 se incrementa en todo el país esta práctica. 
Personas, organizaciones mencionadas: * Ver en Fuentes.



Ríos de sangre

Describe el uso que los escuadrones de la muerte hacen de ríos para deshacerse de los cadáveres.


Todos los ríos de Colombia, en aquellas zonas donde se manifiesta el conflicto, tanto el que se conoció como La Violencia, entre los años 40 y 50, como el que persiste hoy, arrastraron a los muertos corriente abajo y, en la mayoría de las ocasiones, los desaparecieron.


Los ríos desterritorializan a los muertos. Su permanencia en las aguas altera la identificación de los escenarios en los que se ejecuta el crimen. A esto se suman prácticas de autoridades que se encargaron de empujarlos para que no encallaran en sus poblaciones.


Desde la violencia de mitad del siglo XX los ríos fueron sangre. "Por ellos bajaron miles de cadáveres mutilados, maniatados, vestidos, desnudos, confundidos víctimas y victimarios (...) A orillas de las aguas se abría el vientre a las víctimas para que se hundieran".

El Atrato arrastró las víctimas del conflicto en Chocó y Urabá. La fotografía, que fue tomada en junio de 1997, muestra cómo los gallinazos se lanzan sobre los cuerpos cuando flotan.


La fotografía fue tomada sobre el río Cauca entre los municipios de Caucasia y Nechí, en 2002, en época de invierno. No se conoce la identificación del cadáver ni si fue rescatado en una de las poblaciones ribereñas.




 La intención de los armados de los últimos tiempos es desaparecer los muertos.

 En cada época los actores tuvieron motivaciones distintas.

 La práctica de ejecutar víctimas y tirarlas a los ríos data del siglo XIX.

 Desde hoy, y durante el próximo mes, EL COLOMBIANO intentará reconstruir la historia aún no contada de las víctimas que viajaron corriente abajo por los ríos de Colombia, en las zonas de Conflicto. En las riberas del Cauca, del Atrato, del Magdalena, del Sinú y del Catatumbo, sus madres siguen buscando y llorando.



"Dígame que mató a mi hijo, no importa, pero cuénteme dónde lo enterró, en qué fosa, que yo voy y lo busco y saco los restos".

-"No señora, nosotros no hacíamos fosas comunes. A toda la gente la tirábamos al río".

Esa fue la tercera vez que Ofelia Zuluaga se encontró cara a cara con Ramón Isaza desde 1997, cuando Ángelo Posada desapareció en Doradal, un corregimiento de Puerto Triunfo, a la orilla del Magdalena. La primera fue por esa misma época, tras muchos intentos de conseguir una audiencia con el jefe paramilitar más veterano de Colombia.

La segunda fue al final de enero, en un patio de la cárcel de máxima seguridad de Itagüí que improvisaron como auditorio, para que 20 madres les preguntaran por la suerte de sus hijos a los jefes desmovilizados de las Auc.

Cada una desfiló con la foto ante ellos, que estaban sentados al frente. Al final solo prometieron noticias de uno de los desaparecidos: Ángelo.

Así que la cita se arregló para el 7 de febrero. Ese día el recibimiento no fue en un patio sino en un salón. Ramón Isaza estaba sentado, Ofelia al frente.


-¿Qué pasó con mi hijo?

-No sé, pero el carro está y lo podemos devolver.

Algo hizo que se arrepintiera de decir la verdad, de eso Ofelia está segura. Hasta ahora nadie ha encontrado los restos de Ángelo, como tampoco los de Orlando*, que el 12 de octubre de 1996 no regresó a su casa. Su mamá y su hermano confirmaron el mismo día de la confesión de Isaza, pero en el piso 20 del Palacio de Justicia, que después de ejecutarlo hombres del Bloque Suroeste de las Auc lo echaron al Cauca.

El Magdalena, el Cauca, el Sinú, el Atrato, el Catatumbo... Todos los ríos de Colombia, en aquellas zonas donde se manifiesta el conflicto, tanto el que se conoció como La Violencia entre los años 40 y 50, como el que persiste hoy, arrastraron a los muertos y, en la mayoría de las ocasiones, los desaparecieron.

Hasta ahora es imposible saber cuántas de las víctimas de aquella guerra y de esta viajaron corriente abajo. Monseñor Guzmán Campos y Orlando Fals Borda intentan un cálculo de los asesinatos ocurridos en el país entre 1949 y 1958, con base en archivos parroquiales, en cifras de las fuerzas armadas, de juzgados, de alcaldías, de registros particulares y de notarías.

El total bordea los 180.000 muertos, pero de esos muchos no están contados: los inhumados en "cementerios ad-hoc" y los cadáveres devorados por los animales o arrojados a los ríos. "Casos hubo en que se logró establecer el número exacto de víctimas, pero el estado de descomposición impidió el traslado de muchos a las poblaciones, estableciéndose una diferencia entre el total y la cantidad que figura en los libros".

En épocas más recientes, las estadísticas siguen siendo el problema. El Instituto Nacional de Medicina Legal cuenta únicamente con un estudio realizado en el río Cauca, entre la zona industrial de Cali y el occidente de Caldas. Arrojó que entre 1990 y 1998 se practicaron 547 necropsias a víctimas de homicidio rescatadas del río.


Queda un vacío de información de lo que sucedió en los otros 41 ríos más importantes del país y sus cientos de afluentes. La historia la retoma el Instituto entre 2004 y 2006, con un reporte total de 118 cuerpos rescatados de fuentes de agua en todo el territorio nacional.

Agua para borrar

Ese 12 de octubre fue sábado. Orlando iba para la casa, donde vivía con su mamá. En vez de tomar el camino corto, pero de carretera destapada, se montó en el "chivero" de un amigo que prometió llevarlo gratis y sobre pavimento.

Iban por la vía que de Andes conduce a Tapartó, suroeste antioqueño, con un pasajero más. En el transcurso entraron a una finca. Ahí los interceptaron, amordazaron y en ese mismo vehículo los transportaron hasta Arepas, un predio entre Peñalisa y Bolombolo, a toda la orilla del Cauca.

Hombres del Bloque Suroeste de las Auc sospechaban que ese tercer viajero era un extorsionista. Pero los mataron a los tres. "Usted sabe, mi hermano estaba ahí y no podían dejar testigos".

Al amanecer del domingo las autoridades encontraron el carro, un Mazda, según recuerda Ernesto*. Estaba intacto, lo único que le faltaba era el radio. En ese momento lo asaltó un presentimiento que hizo que desde ese día, hasta hoy, se encomendara en secreto al ánima de su hermano, "como buen conversador con Dios".

El presagio de que Orlando estaba muerto lo movió a buscar de morgue en morgue, río abajo: pasó por Bolombolo, Anzá, Santa Fe de Antioquia y no lo encontró. "Un cuerpo, al ser lanzado al río, flota. Lo extraño es que ninguno de estos tres flotó"...

El problema es que los ríos borran las huellas. Sobre todo, porque desterritorializan los muertos. "Su permanencia en las aguas supone una alteración en la identificación de los escenarios en los que se ejecuta el acto violento", explica Medicina Legal.

A este fenómeno, que ocurre por la acción de la corriente, se suman prácticas de autoridades municipales que, en una época, se especializaron en fabricar varas largas de hasta cuatro metros, para evitar que los cuerpos encallaran en sus territorios.

De esto da testimonio Jorge Mario Henao, médico forense. "Me iba de Quibdó para arriba y me encontraba con que los inspectores de los municipios ribereños, cuando veían el cadáver que venía flotando por el Atrato, lo empujaban hacia la mitad para que siguiera su curso. Si el muerto volvía a la orilla, entonces el inspector de la población de enseguida hacía lo mismo".

Mientras tanto, la víctima seguía descomponiéndose, expuesta a la acción de los gallinazos y los peces, a la pérdida del tejido blando y al naufragio.

La corriente traiciona

"Mi otro hermano y yo, con cabeza fría, sí éramos certeros de lo que había acontecido", repite Ernesto, cuando se acuerda de lo que pasó hace diez años.

"Uno aduce que mi hermano y los otros dos fueron sometidos a rajarlos y llenarlos de piedras antes de tirarlos al río y que por eso no aparecieron".

Esa imagen de orilla no es nueva. Se remonta, incluso, a las guerras civiles del siglo XIX. La profesora María Teresa Uribe refiere un episodio.

Se trató de una acusación que se hizo en un debate en el Congreso, sobre arbitrariedades cometidas en la Guerra de los Supremos (1839-1842). Al denunciante le devolvieron la imputación: le dijeron que no podía hablar de "barbaridades", cuando él mismo había tirado 12 indios vivos al río Guáitara durante las guerras de independencia.

En los relatos de la violencia partidista de mitad del siglo XX la práctica se hizo mucho más frecuente. Monseñor Guzmán Campos dice que en Colombia los ríos fueron sangre. 

"Por ellos bajaron miles de cadáveres mutilados, maniatados, vestidos, desnudos, confundidos víctimas y victimarios (...) A orillas de aguas remansadas, se abría el vientre a las víctimas para que se hundieran en el fondo de los charcones".

Pero adentro, el río mueve, golpea, desgarra y traiciona: los muertos vuelven a flotar...

A diferencia de lo que se hacía Atrato arriba, Jorge Mario Henao se dedicó a recoger los cuerpos que pasaban por Quibdó. Venían desde El Carmen, Lloró, o los traía el Andágueda. También recorrió el San Juan desde Istmina hasta Pizarro, en límites con Valle.

"Notábamos que a algunos los querían desaparecer". Jorge Mario lo sabía porque llegaban sin vísceras y, en ocasiones, con suturas abdominales medio abiertas. 

Tal vez, se atreve a suponer, "los llenaban con algo pesado y los cosían, pero las piedras o los animales deshacían las puntadas y los gases acumulados en los tejidos los ponían en la superficie".

La intención de borrar era también evidente por la amputación de las falanges de algunos otros.

Enteros o eviscerados, los que atendió Jorge Mario en el Atrato y el San Juan fueron civiles en su mayoría y murieron de la misma manera: fuera de combate, con uno o dos tiros de fusil disparados desde muy cerca. Así como Orlando.

Botar basura

Su mamá esperó que regresara a tocar la puerta durante diez años. No se despegó de las emisoras radiales, no se deshizo de su ropa y al resto de los hijos varones los llamó desde entonces con el nombre del desaparecido, porque siempre lo tenía en la cabeza.

La agonía terminó el pasado 7 de febrero en el piso 20 del Palacio de Justicia de Medellín, durante la segunda sesión de la versión libre de Carlos Mario Montoya Pamplona (alias El Arbolito o Arnold), un desmovilizado del Bloque Pacífico, que desarrolló sus actividades delictivas dentro del Bloque Suroeste de las Auc.

Ernesto le pasó en un papelito una pregunta: que cuál armamento le había encontrado a Orlando si creía que era un guerrillero. El Arbolito respondió que ninguno, que había procedido siguiendo órdenes.

Ejecutar para después lanzar a los ríos es una práctica sobre la que se puede trazar un rumbo histórico de acuerdo con las motivaciones de los actores.

Según María Teresa Uribe, en el siglo XIX se buscaba castigar al enemigo y aplicarle dolor.

En el período de La Violencia, la intención, además del castigo, parecía ser la del escarmiento.

El propósito de desaparecer, en cambio, marcó el desarrollo del conflicto armado de las últimas décadas, en parte porque la desaparición forzada es un invento de la Doctrina de la Seguridad Nacional, que se inauguró en Latinoamérica con las dictaduras instauradas en los 60 y 70.

No hacía parte de la mentalidad de las chusmas y contrachusmas de mediados del siglo pasado, como tampoco los derechos humanos, promulgados en 1948, cuando aquí se vivía la más honda crisis.

Hoy de lo que se trata es de ocultarles a las autoridades las huellas del delito, en un contexto de Derecho Internacional Humanitario y de justicia penal internacional.

No hay exclusividad en cuanto a los actores. Guerrillas liberales, Pájaros y Chulavitas tiraron cadáveres a los ríos en los años 40 y 50. Farc, Eln, paramilitares, narcotraficantes y delincuentes comunes continúan haciéndolo.

Sin embargo las fuentes militares coinciden con las académicas en decir que la desaparición de las víctimas en los ríos es una práctica más usada por los grupos de autodefensa. A la guerrilla le interesa publicitar sus actos de guerra, no esconderlos. Esto se suma a la necesidad de salir rápidamente de la escena. La sevicia requiere tiempo.

En los procedimientos de unos y otros, además de una medida pragmática para borrar pruebas, se expresa una mirada del enemigo que la antropología intenta explicar.

"Los criminales deshumanizan a las víctimas. Al tratarlas por ejemplo de 'mis gallinitas', las feminizan, las minimizan. Y entre más chiquitas y más animales, menos problemas morales enfrentan para liquidarlas", explica la antropóloga María Victoria Uribe.

"Entonces, cuando a una persona la mataron como un animal, así mismo la tiran. Es como botar basura a un basurero".

Volver a la humanidad

Pero así como a la hora de la muerte los armados les borran a los cuerpos la condición humana, la gente de los pueblos ribereños, a la vez testigo y a la vez víctima del conflicto, intenta recuperarles el alma.

En Puerto Berrío y Puerto Triunfo, algunas familias les ofrecen a las tumbas de los NN devoción y cuidado a cambio de favores. Y en el momento en que los consideran concedidos trasladan los restos a los osarios y los bautizan con sus apellidos.

La última pregunta que Ernesto le hizo a El Arbolito fue si quería pedirle perdón a su mamá, frente a frente. A la mujer la hicieron pasar al recinto. Llorando, le dijo a Carlos Mario Montoya Pamplona que le perdonaba solo porque le había dicho la verdad sobre Orlando.

"Como ser humano, él también tiene su corazón. No aguantó y se puso a llorar". Ella salió del recinto y dieron un receso.

*Nombres cambiados por seguridad de las fuentes

Índice de fuentes consultadas
- Monseñor Germán Guzmán Campos y Orlando Fals Borda coautores del libro La Violencia en Colombia.
- María Teresa Uribe, profesora del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia.
- María Victoria Uribe, antropóloga del Instituto Pensar y autora del libro Antropología de la Inhumanidad, consultado para el desarrollo de este texto.
- Jorge Mario Henao, médico forense, director del Instituto de Medicina Legal en Chocó, entre 1994 y 2000.

2010 Ago. 21 / Rusia insiste en deportar a Yair Klein


Autor: Daniella Sánchez Russo
Título: Rusia insiste en deportar a Yair Klein
Fecha de publicación:  21 Ago 2010
Materia: Colombia, Derechos Humanos
Colección / Serie: Judicial
Otros datos: Zona geográfica: Colombia, Israel, Rusia.
Fecha de los hechos:  
                      Personas, organizaciones mencionadas

Rusia insiste en deportar a Yair Klein

Las gambetas de un israelí a la justicia colombiana


Rusia insiste en deportar a Yair Klein
Por: Daniella Sánchez Russo

El Espectador revela la petición del gobierno ruso al Tribunal de Estrasburgo para que permita el envío del mercenario al país.



Foto: Archivo

El mercenario y coronel en retiro israelí Yair Klein, condenado por entrenar a grupos paramilitares en el Magdalena Medio.

Las autoridades del gobierno de Rusia están empeñadas en deportar a como dé lugar a Colombia al siniestro mercenario israelí Yair Gal Klein, el coronel retirado que a finales de la década de los 80, con el combustible del dinero sucio de la cocaína y sus mafias, adiestró en tácticas de guerra y explosivos a los nacientes ejércitos privados en el Magdalena Medio que constituyeron la piedra angular de los grupos de autodefensa. 

El 22 de junio de 2001, el Tribunal Superior de Manizales lo condenó a 128 meses de cárcel por el entrenamiento de hordas de sicarios que llenaron de crímenes el país y que, aupados por el narcotráfico, exterminaron la Unión Patriótica y multiplicaron los carros bomba y atentados contra el Estado.

En virtud de esa sentencia, una vez fue detenido el 27 de agosto de 2007 en el aeropuerto Domedédovo en Moscú, cuando pretendía abordar un avión a Tel Aviv, el gobierno buscó las vías diplomáticas para que Klein cumpliera su deuda con la justicia colombiana en una prisión de alta seguridad


Aunque las autoridades de la Federación Rusa avalaron la petición de Colombia, el oficial retirado se ha valido de toda suerte de explicaciones absurdas para evitar ser deportado al país. El 1° de abril pasado, la Corte Europea para los Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, Francia, determinó que Rusia no podía deportar a Klein porque su vida correría riesgo. Un fallo que provocó desconcierto nacional. La saga criminal del israelí no tendría un capítulo de reparación en Colombia.

El gobierno de Dmitri Medvédev, sin embargo, acaba de apelar la polémica sentencia del Tribunal de Estrasburgo. El Espectador conoció el documento en el que el representante de Rusia Georgy Matyushkin sostiene que no hay evidencias de que, en caso de que Yair Klein fuera deportado a Colombia, su vida esté en peligro y pueda ser objeto de torturas o tratos inhumanos, los mismos que instruyó en sus escuelas de matones que extendió por el Magdalena Medio hace apenas dos décadas. Como también lo consideraron dos de los siete jueces de la Corte de Derechos Humanos de Europa, Colombia integra y acata pactos internacionales sobre derechos humanos y, además, “el acusado ha fracasado en demostrar el riesgo individualizado de maltrato que correría si fuese extraditado”.

El coronel retirado del ejército israelí, nacido en 1942 en Kibutz Nizanim, paracaidista experto, padre de cuatro hijos, condecorado en la guerra que libró Israel contra Siria y Egipto en 1973 y que extendió en otras como la del Líbano; el hombre que a finales de los 70 comenzó a trabar alianzas en Latinoamérica y en los 80 utilizó fachadas de empresas de seguridad para comercializar armas, cuyas huellas pudieron rastrear los investigadores en países como Panamá, Nicaragua, Honduras, Sudáfrica, Liberia o Sierra Leona; el mercenario que se instaló en el corazón del Magdalena Medio, Puerto Boyacá, patrocinado por los capos Pablo Escobar, el clan de los Ochoa Vásquez, Gonzalo Rodríguez Gacha, Ariel Otero y Henry Pérez; en fin, el veterano que orientó la guerra sucia que llenó de pánico a Colombia, alega hoy que teme que aquí se le violen sus derechos humanos.

El memorial presentado por el gobierno ruso no deja lugar a dudas. Sostiene que muy a pesar de que la situación general de derechos humanos en Colombia está lejos de ser perfecta, nada indica que Klein pueda ser asesinado, como él dice, “por militares bajo el pretexto de una confrontación con paramilitares”. La apelación advierte que el Estado colombiano ha dado garantías sobre el lugar de detención que le espera al coronel (r), que éste no respaldó con ningún documento confiable sus temores y miedos ni brindó a las cortes de la Federación Rusa pruebas de que “la situación personal del acusado sería peor que la de cualquier otro colombiano si fuese deportado”.

Con estos argumentos las autoridades rusas buscan destrabar el envío de Klein a Colombia, que sus secretos vean la luz en los centenares de expedientes que por paramilitarismo se adelantan en el país y que los cómplices del mercenario queden en evidencia. La petición está siendo evaluada por el Tribunal de Estrasburgo, que también tiene en su poder varias comunicaciones de la Cancillería colombiana en las que se refrenda que Klein sería confinado en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, Boyacá, “que goza de las más altas calificaciones y estándares en materia de protección de derechos humanos, tal como lo certificó Naciones Unidas”. En una nota diplomática firmada por el ex canciller Jaime Bermúdez, dirigida a Cristos Rosakis, presidente del Tribunal de Estrasburgo, se lee que no hay antecedentes que afirmen que Klein “ha sido torturado en el pasado por agentes colombianos”.

A renglón seguido refiere que el proceso penal en contra de Yair Klein, que se inició en septiembre de 1989, tuvo en cuenta los estándares internacionales en materia de derechos humanos y que se documentó que estos grupos de autodefensa que tuvieron formación del coronel (r) israelí fueron financiados “por caciques del narcotráfico como Gonzalo Rodríguez, Pablo Escobar o Víctor Carranza”, este último el denominado ‘zar de las esmeraldas’. Su referencia llama la atención porque aunque ha sido salpicado en varios expedientes y ha estado detenido en dos ocasiones, Carranza ha capoteado una y otra vez la mano de la justicia y hoy es un hombre libre.

Como si ya no fuera tanto, la comunicación del entonces canciller advierte que por cuenta de las técnicas terroristas enseñadas por Klein a los sicarios de las mafias, “sus alumnos”, como Gerardo Zuluaga, alias Ponzoña; Alonso de Jesús Vaquero, alias Vladimir; Rigoberto Rojas Mendoza, alias El Escorpión, y otros como Chilingo, Pequeño, Cochise o Gerónimo, perpetraron masacres a diestra y siniestra, asesinaron a candidatos presidenciales como Luis Carlos Galán, accionaron explosivos a control remoto y volaron aviones y, a destiempos, segaron las vidas de todo lo que les oliera a Unión Patriótica, “muertos que servían para escarmentar a aquellos que no hicieran caso, que se mataban y se descuartizaban”, como refirió El Escorpión en versión ante la Fiscalía.

A finales de septiembre de 1989 Yair Gal Klein fue llamado a rendir cuentas por la justicia y desde entonces se le procesó como reo ausente. En junio de ese año, el Noticiero Nacional reveló un video en el que se le veía adiestrando a paramilitares; su nombre empezó a rondar los titulares y pronto desapareció del mapa. No obstante, el daño ya estaba hecho. Los hombres que entrenó para las mafias del narcotráfico desangraban a Colombia ese año. Ya habían asesinado al dirigente de la UP José Antequera; al gobernador de Boyacá, Álvaro González, y su colega de Antioquia, Antonio Roldán Betancur; al magistrado Carlos Valencia García, al coronel de la Policía, Valdemar Franklin Quintero, y al candidato presidencial, Luis Carlos Galán; le pusieron un bombazo a El Espectador y después harían estallar un avión de Avianca con 106 pasajeros y dinamitarían el DAS.

Todos crímenes que con el correr de los años terminaron atribuyéndosele al siniestro triunvirato conformado por Gonzalo Rodríguez Gacha, Pablo Escobar Gaviria y Fidel Castaño Gil, alias Rambo, el primero de la saga Castaño —lo sucederían Vicente y Carlos cuando Fidel murió en 1994— que se enroló en esa guerra fratricida y que asistió a cursos con Yair Klein


Precisamente el mercenario israelí aprovechó que a mediados de los 80 hizo aparición en Puerto Boyacá la Acdegam, Asociación Campesina de Agricultores y Ganadores del Magdalena Medio, ni más ni menos que la plataforma del paramilitarismo, que fue fundada por Gonzalo Pérez y cuyas riendas tomó su hijo Henry más pronto que tarde.

El cartel de Medellín de Pablo Escobar y su socio de andanzas Gonzalo Rodríguez Gacha, alias El Mexicano, extendió su poder criminal al Magdalena Medio, por la región rodaban ríos de dinero sucio, con fusiles se armaron los secuaces de Henry Pérez, Ariel Otero y las mafias y comenzaron las masacres, como la de los 19 comerciantes, en octubre de 1987, y la de La Rochela, en enero de 1989. Incursiones por las que el Estado colombiano ya fue condenado y en donde se probó que fueron los discípulos de Yair Klein, entrenados en las escuelas de la muerte El Tecal, 01, La Cincuenta, La Cero Ochenta, la famosa Isla de la Fantasía o el sitio conocido como Galaxias en Pacho, Cundinamarca, los que perpetraron las masacres.

Puerto Boyacá se erigió como la capital antisubversiva de Colombia y las alianzas entre el narcoparamilitarismo y algunos miembros corruptos de las fuerzas militares comenzaron a hacer estragos. Fue otro israelí, Itzhack Shoshany Meraiot, un teniente coronel de la reserva, también condenado en el mismo proceso de Yair Klein, el que primero se ocupó de Colombia y el que hizo los primeros contactos con las mafias bajo la fachada de Acdegam. Dicha organización contrató los servicios de los mercenarios Klein, Shoshany, Tzedaka Abraham, Terry Melnik y otros más de origen británico para desarrollar su guerra. A la sombra, el congresista Pablo Emilio Guarín, la reivindicaba, hasta que lo mataron en 1987. Uno de los cursos dictados por los mercenarios fue bautizado con su nombre.

Carlos Castaño reveló en su libro Mi confesión que en la finca La Cincuenta asistió a varios cursos con Klein que eran patrocinados por El Mexicano. “Mi sobrenombre para la época era El Pelao”. Desde Acdegam se instauró un régimen de terror en el Magdalena Medio, El Espectador no podía circular y Henry Pérez y sus hombres hacían y deshacían. En la trasescena se movía Iván Roberto Duque, quien con los años y ya bajo el mando de Carlos Castaño en las autodefensas, tomó el alias de Ernesto Báez. Son tantos los crímenes que se extendieron por cuenta de la instrucción en técnicas de terrorismo de Yair Klein y otros mercenarios, como el cinismo del coronel (r), quien lleva 20 años evadiendo su responsabilidad en el baño de sangre colombiano.

En entrevista exclusiva con El Espectador en octubre de 1989, cuando ya tenía orden de captura por la justicia colombiana, desde Tel Aviv, Yair Klein relató que un viceministro de la época, “de muy lindo nombre”, le dijo “con lágrimas en los ojos que nosotros éramos la última esperanza de Colombia”. Se refería a que el país estaba secuestrada por la guerrilla. Sin decirlo lo dice: un alto funcionario del Estado respaldó sus prácticas. Enseguida añadió Klein que no es cierto que dictara cursos a ilegales, “pero, si los necesitas, con gusto los dictaría”; que instruyó a 75 personas para “autodefenderse” por iniciativa de Acdegam y que sus cursos apenas le dejaron US$60 mil de ganancia.

Las autoridades documentaron que fueron muchos más sus discípulos, que los recursos que consiguió por sus vueltas en el Magdalena Medio fueron muchísimo mayores y que, no obstante, sus crímenes y condena siguen impunes. El colmo de su cinismo se vio reflejado cuando El Espectador le preguntó en la mencionada entrevista lo siguiente:
—¿Está arrepentido por lo hecho en Colombia y por lo que sus alumnos han consumado: muerte y destrucción?
—¿Qué culpa tiene un ministro de educación si sus alumnos fuman droga en las escuelas?



Elespectador.com

2010 Sep 03 / La confesión de la 'Mata Hari'

Autor: Redacción Judicial | elespectador.com
Título:    
Fecha de publicación:  3 Septiembre 2010
Materia: Colombia, Derechos Humanos
Colección / Serie: Judicial. 
Zona geográfica: Bogotá
Fecha de los hechos: Mayo y junio de 2010. 
Personas, organizaciones mencionadas: DAS, Mossad, Presidencia, Corte Suprema de Justicia, 

La confesión de la 'Mata Hari'

Por: Redacción Judicial | Elespectador.com

En la explosiva declaración, que está colgada integralmente en la página web de este diario, la ex detective Alba Luz Flórez Gélvez detalla cómo infiltró a la Corte Suprema de Justicia.

Nacida en Cúcuta hace 32 años, soltera, estudiante de psicología, Alba Luz Flórez Gélvez, la avezada detective del DAS que infiltró a la Corte Suprema de Justicia, ingresó al organismo en mayo de 1997. Durante años fue escolta de diferentes personalidades, entre ellas las ex ministras Marta Lucía Ramírez y Cecilia María Vélez, y las esposas de los ex ministros Diego Palacio, Fernando Londoño y Horacio Serpa. Desde 2007 le dieron la orden de recolectar información privilegiada de la Corte. Lo hizo y ahora, en calidad de testigo, confesó sus pasos de ‘Mata Hari’.

En una extensa declaración de 32 páginas (ver facsímil [1]), conocida integralmente por El Espectador (que puede ser consultada en la página web www.elespectador.com [2]), entre el 24 de mayo y 8 de junio pasados la ex detective le relató a la Fiscalía con lujo de detalles sus andanzas para infiltrar al alto tribunal. En marzo de 2007, el jefe de la subdirección de fuentes humanas del DAS, William Romero, le pidió penetrar la Corte. Con su oficial del caso, Hamilton Nonato, se dispuso a elaborar una misión de trabajo denominada “Escalera”. Pronto, la ‘Mata Hari’ ya tenía una radiografía de su blanco, las afinidades políticas de los magistrados y sus vicios, debilidades y jerarquías.

La ex detective contó que durante 15 días, en cafeterías aledañas al Palacio de Justicia, observó a quiénes podía abordar bajo la fachada de ser distribuidora de productos Omnilife, pero sólo le pudo llegar a conductores de la Corte Constitucional. Entonces recurrió al capitán de la Policía Julián Leonardo Laverde, que se desempeñaba como jefe de seguridad del Congreso y con quien había mantenido una relación sentimental en 2005. Lo primero que hizo fue reconquistarlo, prometerle que se casarían y pedirle que le colaborara con sus contactos para llegar a la Corte Suprema. Le dijo que, de no lograrlo, sería trasladada a Arauca o a Amazonas.

Fue Laverde quien la relacionó con David García, escolta, en principio, del magistrado de la Sala Penal Javier Zapata, y después del magistrado auxiliar Iván Velásquez. Al experimentado subintendente de la Policía se le presentó y durante un mes le colaboró con información sobre comentarios que escuchaba en la Corte. Tiempo después la contactó con otro integrante de la Policía, Manuel Estreinger Pinzón Casallas, quien le entregó todo. Inicialmente, le dijo a Pinzón que era funcionaria de la Presidencia y a éste, casado y con siete hijos en dos hogares, le contó que dependiendo de la información que le suministrara “no tendría que pasar más penurias económicas”.

Rápidamente comenzó a reportar sus infidencias, pero su jefe, William Romero, le indicó que ahora necesitaban los archivos de la parapolítica. Fue así como Pinzón fotocopió los expedientes que se seguían contra los ex congresistas Óscar Wilches, Erick Morris, Álvaro García Romero, Luis Eduardo Vives, Dieb Maloof, Mauricio Pimiento, Guillermo Gaviria, Habib Merheg, Piedad Córdoba, Wilson Borja y Gloria I. Ramírez. Todo cuanto ocurría en las pesquisas de la Corte, lo supo el DAS. En junio de 2008 le pidieron obtener, como fuera, el expediente en contra de Mario Uribe.

Ella le pidió a su mejor fuente, Manuel Pinzón Casallas, que se lo ayudara a conseguir, que había hasta $40 millones como gratificación, pero no se pudo acceder al proceso porque ya estaba en poder de la Fiscalía. No obstante, le facilitaron todos los teléfonos de Iván Velásquez y el resto de magistrados auxiliares que conforman el grupo de investigación de la parapolítica: “Álvaro Pastas, Ángel Ovidio Vargas, Gilberto Guerrero, Luis Fernando Murillo, Luis Antonio Hernández, Héctor Alarcón, Fabio Ortega y Luis Carlos Bonilla”. Según la ‘Mata Hari’, manipuló la parte psicológica del policía Manuel Pinzón para ganarse su confianza.

Estrechó lazos afectivos con él, invitó a su familia y a sus hijos a almorzar. “Se sentían felices porque nunca habían tenido oportunidad de cenar en sitios elegantes y comida rica”. También le dijo a la esposa de Pinzón que debían organizarse y montar un negocio, “y lo felicitaba porque a nivel espiritual había tenido un encuentro con Dios muy cercano, ya que me manifestó que era cristiano”. Así le dijo que para poder sacar adelante a sus hijos debían trabajar muy duro en este proyecto. No le bastó al DAS obtener los expedientes de los parlamentarios. En marzo de 2008, le pidieron información sobre los temas que se debatían en la Sala Plena de la Corte. Entonces, las relaciones entre el Ejecutivo y el alto tribunal estaban muy avinagradas.

La ex detective Alba Luz Flórez le pidió al escolta de la Policía David García que le ayudara a reclutar una persona de bajo perfil, muy discreta. En dos semanas le presentaron a Blanca Yaneth Maldonado, quien prestaba servicios de aseo en la Corte Suprema. En la pescadería Centro Mar, diagonal a la Corte, se reunieron. La ‘Mata Hari’ le pidió colaborar con informaciones de reuniones privadas en la Corte. Pronto le asignó un seudónimo, Betty, le dijo que era una mujer de admirar por el esposo y los dos hijos que tenía y de esa manera, casi simulando ser su amiga, la convenció de meter una grabadora de larga duración en la Sala Plena de la Corte.

En un principio, Blanca Yaneth cargó la grabadora en su bolsillo, pero el audio era muy malo. Entonces Flórez le entregó una grabadora de cuatro centímetros de largo, tres de ancho y medio centímetro de grosor, de color negro, para que la camuflara en un sitio seguro, para que los magistrados, aunque “pusieran las manos debajo de la mesa, no la encontraran”. Además la previno de que a esa sala entraban personas distintas a los magistrados y que debía meter la grabadora dos o tres horas antes de cualquier reunión. Con ella se hizo un trabajo psicológico también, “se potencializaba su buena actitud y se minimizaban sus temores”. La ‘Mata Hari’ le decía que era una mujer muy valiente y que estaba orgullosa de su cooperación.

El contenido de las grabaciones fue tan bueno que, según le contó a la Fiscalía, recibió felicitaciones de la entonces directora del DAS, María del Pilar Hurtado, quien dijo “sentirse muy feliz por nuestra labor”. Con su red de informantes, básicamente escoltas de la Policía, elaboraba informes de inteligencia y les puso alias y claves a sus colaboradores. El seudónimo de David García era Diego y se registró en el DAS con la clave Y66-1. El alias de Pinzón fue Mario. La ex detective dijo que un conductor del magistrado Sigifredo Espinosa, de apellido Rocha, también le ayudó y que su seudónimo era Camilo.

En esas ‘vueltas’ su ex novio, Julián Laverde, le presentó al oficial de la Policía Franklin Grijalba, ni más ni menos que el jefe de seguridad de la Corte Suprema. Grijalba le contaba que el ambiente en el interior de la Corte era muy tenso porque los magistrados sentían que los espiaban. Aunque Grijalba se mostró reacio a ayudarla en principio, ella le dijo que le colaborara por Julián, a quien conocía y apreciaba, que ella lo iba a proteger, que la Policía tenía “que acatar las órdenes de la Presidencia y de sus jefes”, y que la lealtad debía estar primero con la Casa de Nariño que con la Corte. A los pocos días Grijalba le dio el número celular del magistrado Yesid Ramírez, con quien el ex presidente Uribe mantiene una disputa de vieja data. Por la información le pagó $600 mil. Luego Grijalba se desconectó.

En una ocasión, sin embargo, ella se enteró de que sus mañas con Grijalba habían resultado, y de qué manera. El escolta David García le contó que Grijalba había reunido a todos los policías que trabajaban en la Corte para solicitarles información de los magistrados, “que era para Presidencia”. Grijalba también tuvo seudónimo en el DAS: Fernando. A Blanca Maldonado le entregó una grabadora espía del tamaño de un esfero, con la cual recaudó gran cantidad de información. En octubre de 2008, la empleada de aseo le dijo a la ‘Mata Hari’ que tenía una amiga en la Corte, de nombre María, que también le podía ayudar, pero que era muy nerviosa y “había que disminuir los niveles de estrés y ansiedad”.

María le contó que en enero de 2009, magistrados de la Corte se reunieron con la fiscal Ángela Buitrago para hablar sobre el caso de Guillermo Valencia Cossio, hermano del ex ministro del Interior Fabio Valencia Cossio. Los informes de inteligencia iban y venían, pero en octubre de 2008 la tensión era tan grande que las grabadoras instaladas fueron removidas por órdenes del DAS. A la ‘Mata Hari’ le proporcionaron los datos de otros escoltas que podían ser reclutados, pero no pudo hacerlo porque ya no había plata. Según ella, a los uniformados David García, Manuel Pinzón y la aseadora Blanca Maldonado se les pagó con gastos reservados, a través de un formato donde aparecía su clave, su seudónimo, la huella y el precio pactado.

La detective recordó que mucho del dinero que tenía se lo gastaba en obsequios a sus fuentes, como electrodomésticos y anchetas en diciembre. Así obtuvo declaraciones de paramilitares que reposaban en la Corte, como las de Salvatore Mancuso y Ernesto Báez, o de políticos como Eleonora Pineda y Luis Carlos Restrepo. Sus fuentes veían en ella “no solamente a alguien que estaba buscando información, sino una persona que se preocupaba por ellos”, señaló. Y agregó que su asesor, Hamilton Nonato, fue quien la adiestró en tácticas de espionaje e incorporación de fuentes humanas, escenario que tenía tres pasos: reclutamiento, orientación de la fuente y, por último, etapa de manipulación.

La ex detective reconoció haber asistido a conferencias dictadas por el Mossad (cuerpo de inteligencia de Israel), y entregó copias de grabaciones en CD y documentos. Según ella, abrió un correo electrónico para que Pinzón le entregara sus reportes, en caso de que no pudieran verse personalmente. “El señor Manuel fue quien me dio el 80% de la información, el otro 20%, Betty con las grabaciones”. Y anadió: “Él me manifestaba que tenía acceso a los expedientes porque era de entera confianza del doctor Iván Velásquez, que por ese motivo podía estar en sitios estratégicos, tenía acceso a los procesos y aprovechaba cuando las personas se distraían, y las cámaras no lo filmaban, para sacar los procesos”.

En el explosivo relato de la ‘Mata Hari’, ella cuenta que como de Pinzón nadie sospechaba, muchos expedientes que recibió de él “los sacaba de la camioneta asignada al doctor Iván Velásquez”, magistrado que le tenía tanta estima que incluso le pidió que velara por la seguridad de su esposa. Una vez ella le preguntó cómo hacía para fotocopiar los archivos y Pinzón le contó que lo hacía en las fotocopiadoras de la Corte. Toda esta información, aseguró la ex detective, “era muy valiosa y servía para la toma de decisiones del Ejecutivo”. En una ocasión, Pinzón le entregó toda la declaración que rindió en el alto tribunal Rafael García, el ventilador de la parapolítica.

Y confesó apenada que sólo por curiosidad trató de ingresar a la Corte, pero que vio tanta seguridad que nunca más volvió. Para ello contaba con los policías en la nómina del DAS. Así se enteró, por ejemplo, de que Iván Velásquez le reportó a la Comisión Interamericana de DD.HH. que estaba muy amenazado, que tenía certeza de que el DAS lo perseguía a él y a sus colegas, y que un magistrado de la corporación comentó en un aeropuerto que, así se le fuera el resto de su periodo, no iba a descansar hasta comprobar que el DAS los perseguía. También reportó la ‘Mata Hari’ que el magistrado Yesid Ramírez había afirmado tener la certeza de ser espiado.

Precisamente, en abril de 2008, le pidieron averiguar sobre nexos de magistrados de la Corte Suprema con Ascencio Reyes y Giorgio Sale. “Pinzón me comentó que se enteró, a través de un conductor de uno de los magistrados, que Giorgio Sale no sólo le había regalado un reloj Rolex al magistrado Yesid Ramírez, sino (también) unos caballos, y eso fue lo que pude obtener, no más”. Cuando estalló el escándalo se sintió descubierta y su jefe, William Romero, alias Lucas, empezó a temer por su suerte. Otro de sus oficiales, Hans, le dijo que contrainteligencia del DAS lo había llamado para que le entregara toda la información de la Corte, “supuestamente para que el director Felipe Muñoz se pudiera defender”.

Como si fuera poco, indicó que en algunos casos le exigieron elaborar informes de inteligencia ficticios sobre el alto tribunal, con el fin de proteger la información que suministraban sus fuentes. Dichos documentos fueron alimentados a través de internet. En últimas, ella hizo copias de todas las grabaciones y documentos de su computador del DAS, se los envió a su mamá en Cúcuta para que los protegiera, volvió a recuperarlos en abril de 2010 y esa es la información que hoy examina la Fiscalía. Su testimonio le valió ser recompensada con el principio de oportunidad (ver facsímil) y en adelante, ya en calidad de testigo y no de procesada, seguirá prendiendo su ventilador. Sus fuentes quedaron expuestas y ahora todos tienen que dar explicaciones.

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